De acuerdo con datos oficiales, las
enfermedades cardiovasculares representan la principal causa de muerte en el
país: explican uno de cada tres fallecimientos (236 muertes cada 100.000
habitantes) y el 13 por ciento de los años de vida potencialmente perdidos[1].
Mientras que uno de los cuadros más graves de la presentación de la enfermedad
coronaria es el infarto agudo de miocardio (IAM)[2] , que en la Argentina
es responsable anualmente de 15.272 muertes, de las cuales más de un tercio
(5.606) corresponde a menores de 70 años. Se estima que cada año se producen en
nuestro medio 50.000 infartos agudos de miocardio[3], aunque este dato podría
estar muy subestimado, ya que muchos pacientes (aproximadamente cerca de la
mitad) no son diagnosticados y fallecen antes de llegar a ser identificados.
Por este motivo, desde la Sociedad Argentina de Cardiología
(SAC) y el Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI), en
pleno marco del 42° Congreso Argentino de Cardiología, hicieron un llamado a la
población para actuar en forma inmediata, ya que cuando se produce un infarto
el tiempo es crucial y en cómo se actúe estará la clave para hacer la
diferencia entre la vida y la muerte.
A tal efecto, reconocen 5 pasos fundamentales que deberían
cumplir todas aquellas personas desde que perciben los primeros síntomas hasta
la llegada de la ambulancia. Ellos son: 1) Reconocer los síntomas; 2) Actuar
en forma inmediata, no esperar a que los síntomas progresen; 3) Notificar
inmediatamente de la situación a quienes estén cerca suyo; 4) Llamar
al servicio de emergencias; 5) Masticar una aspirina mientras
aguarda la llegada de la atención médica.
Primer Paso: Reconocer los síntomas. El
infarto suele manifestarse con dolor de pecho de comienzo brusco, que puede
estar irradiado a brazos, mandíbula, espalda o la parte superior del abdomen.
“Sin embargo, muchas veces los síntomas son variados, por lo que recomendamos
enfáticamente que ante la presencia de cualquier dolor atípico, se piense en la
posibilidad de que sea un infarto y se actúe en consecuencia”, consignó el Dr.
Daniel Berrocal, cardioangiólogo intervencionista, presidente de la
Sociedad Argentina de Cardiología.
Segundo Paso: No esperar a que los síntomas
progresen. Es muy frecuente que la gente no haga nada a la espera de que
desaparezcan los síntomas. Sin embargo, la mayoría de las veces, en lugar de
remitir, éstos progresan y el tiempo perdido es muy valioso y empeora el pronóstico.
Tercer Paso: Notificar inmediatamente de la
situación a quienes estén cerca suyo. Es habitual que los individuos
no compartan su malestar con las personas de su entorno. Resulta prioritario
notificar inmediatamente la situación a quienes estén presentes, ya que lo
ayudarán en la realización de los pasos siguientes. También es recomendable que
alguien lo acompañe luego en la ambulancia.
Cuarto Paso: Llamar al servicio de
emergencias. El propio afectado, si es que está solo, o las personas de su
entorno que ya fueron notificadas de la situación, deben comunicarse en forma
inmediata con el servicio de emergencias. “Cuando ocurren los síntomas, hay que
llamar urgentemente a la ambulancia y explicarle lo que está sucediendo. Es
importante saber que el servicio del SAME tiene un Código Infarto y activa
inmediatamente la consulta”, señala el Dr. Marcelo Bettinotti,
médico especialista en Cardioangiología Intervencionista y miembro del CACI.
Es preferible que sea una ‘falsa alarma’ en lugar de dejar
avanzar el cuadro sin hacer nada. El propio sistema de salud promueve que la
gente llame de más a emergencias a que lo haga con el cuadro avanzado o que
directamente no llame. “Mucha gente tiene miedo al episodio de la llegada de la
ambulancia y al movimiento que esto genera en el barrio. Se ha escuchado decir
‘antes de llamar a la ambulancia, me muero’ y, lamentablemente, eso es
exactamente lo que a veces termina sucediendo”, expresó el Dr.
Alejandro Cherro, cardioangiólogo intervencionista, presidente del Colegio
Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI).
Quinto Paso: Masticar una aspirina. Existe consenso
internacional en que masticar una aspirina en esta situación, por sus efectos
como antiagregante plaquetario, puede representar una pequeña ayuda para
comenzar el proceso de desobstrucción del trombo que seguramente está
impidiendo el flujo normal de sangre al corazón.
Sobre los tiempos de atención
Es fundamental reducir el tiempo que transcurre desde la
aparición de los primeros síntomas hasta el ingreso a una sala de hemodinamia
para la realización de un procedimiento de reperfusión coronaria
(angioplastia), la intervención por excelencia para restaurar el flujo
sanguíneo de la arteria obstruida. Resultados preliminares de la investigación
ARGEN-IAM-ST 2015-2016[4], un trabajo conjunto de la Sociedad Argentina de
Cardiología y la Federación Argentina de Cardiología, que involucró a 1.759
pacientes de 247 centros de todo el país, mostraron que fue de 135 minutos el
tiempo promedio transcurrido desde los primeros síntomas hasta la llegada del
paciente a una guardia hospitalaria capacitada para llevar a cabo una
angioplastia, o al menos la aplicación de medicación antitrombótica. Estos
valores se redujeron un 23,7% respecto de un anterior trabajo llevado a cabo en
1994 (CONAREC II)[5] que había registrado una demora de 177 minutos.
“Podría decirse que haber reducido el tiempo en 40 minutos
es más que alentador, aunque esto ocurre después de 22 años de haber trabajado
permanentemente en campañas de concientización para disminuir estos valores. No
obstante, una demora de más de 2 horas sigue siendo alta e implica pérdida de
oportunidad y de vidas”, alteró el Dr. Daniel Berrocal.
En contraposición, el nuevo estudio muestra que 1 de cada 3
pacientes (37%) demoraron en promedio 245’, porque fueron llevados inicialmente
a centros primarios que no contaban con la complejidad necesaria para afrontar
el cuadro y tuvieron que ser derivados a centros que sí pudieran tratarlos.
“Tenemos que trabajar sobre esta demora de más de 4 horas, es un tiempo perdido
que hoy por hoy resulta inadmisible”, sostuvo el Dr. Alejandro Cherro.
“
Para resolver la oclusión, el método ideal es la
realización de una angioplastia coronaria de urgencia, que es una intervención
mínimamente invasiva, que se realiza con anestesia local, a través de una
punción en la muñeca o en la ingle, y consiste en desobstruir la arteria
mediante la insuflación de un pequeño globo llamado ‘balón’, para luego colocar
un stent, que es una malla metálica que contribuye a mantener la arteria
abierta”, explica el Dr. Alejandro Fernández, médico especialista
en Cardioangiología Intervencionista y Secretario Científico del CACI.
No obstante, no en todos los centros asistenciales se cuenta
con los equipos para realizar una angioplastia de urgencia. En aquellos casos
en que el paciente ingresa a un centro que no dispone de este equipamiento, la
recomendación es iniciar el tratamiento mediante la administración de
medicamentos destinados a intentar disolver el coágulo, llamados trombolíticos,
y trasladar al individuo lo antes posible a un centro con sala de hemodinamia
para realizarle una coronariografía.
Acerca del abordaje del infarto
El infarto agudo de miocardio se produce cuando una arteria
coronaria (que son aquellas que tienen por función irrigar sangre al músculo
cardíaco) se ocluye bruscamente debido a la formación de un coágulo en el
interior de la misma. Por eso, el tiempo es crucial, dado que cuanto antes se
logre desobstruir esa arteria, mejor será el pronóstico porque la cantidad de
músculo cardiaco dañado será menor. Lo ideal es que el procedimiento de
reperfusión tenga lugar como máximo dentro de las primeras seis horas desde el
comienzo de los síntomas.
Una vez que el paciente es dado de alta, deberá continuar su
tratamiento con medicamentos destinados a prevenir la formación de coágulos,
como son la aspirina y otros antiplaquetarios, y fármacos para reducir el
consumo de oxígeno del corazón (vasodilatadores y beta bloqueantes); esto
también forma parte de los esquemas fundamentales para sobrevivir a un infarto
y para el manejo de los factores de riesgo para evitar de este modo la
recurrencia del evento.
“Las personas que padecieron un infarto tienen mayor
predisposición a sufrir otro que aquellos de la misma edad y sexo, o sea que
tienen características personales dadas por sus factores de riesgo como
hipertensión arterial, sobrepeso, tabaquismo, diabetes, sedentarismo,
antecedentes heredo familiares e hipercolesterolemia, que predisponen con mayor
énfasis a este grupo de personas. Por este motivo, existe una mayor atención de
los equipos de salud y una mayor indicación en estos pacientes de los medicamentos
que se han desarrollado para la prevención, para que no repitan un nuevo
infarto. Además, se debe realizar en forma más agresiva el descenso del
colesterol, de la presión arterial y el control de la diabetes y de todos los
demás factores de riesgo coronario, y en forma sostenida en el tiempo para
lograr frenar el progreso de la enfermedad”, consignó el cardioangiólogo
intervencionista Dr. Juan Carlos Alico.
Entre las acciones que toda persona debería contemplar
para prevenir un infarto, se aconseja mantener un peso acorde con la
superficie corporal, alimentarse saludablemente, evitando grasas saturadas,
azúcares, sal y alcohol en forma desmedida, y priorizando la ingesta
de verduras, frutas y pescado, por lo menos tres veces por semana. También no
fumar, hidratarse adecuadamente, sobre todo en épocas de calor, hacer caminatas
y/o ejercicios no competitivos de manera frecuente durante la semana, descansar las
horas necesarias en la noche, evitar esfuerzos máximos y, en lo posible,
situaciones emocionales que desencadenen mucho estrés.
El infarto en cifras
Según la versión preliminar del Protocolo Local de Mejora en
la Reperfusión del Infarto Agudo de Miocardio, lanzado por el Ministerio de
Salud de la Nación a comienzos de este año, pese a la relevancia del infarto
agudo de miocardio para la salud pública, su tratamiento (restauración de la
circulación coronaria o reperfusión) dista de ser óptimo. En la Argentina,
menos de la mitad de los casos recibe procedimientos de reperfusión
(angioplastia o trombolíticos) a tiempo, existiendo una clara oportunidad de
mejora de la calidad de atención que podría redundar en un significativo
impacto sanitario.
‘La demora en la reperfusión coronaria, en diferentes
estudios se ha descripto como debida al nivel de alerta y consulta precoz por
parte de pacientes, a la demora en los servicios de atención prehospitalaria
y emergencias y a demoras dentro de las instituciones
asistenciales’, expresa el documento.