Se
trata de un conjunto de síntomas gastrointestinales que ocurren en
niños entre los 3 meses y el año de edad. Expertos estiman que el
30% de los chicos padece regurgitación, entre el 15 y 20%
constipación, y 1 de cada 5, cólicos. En definitiva, se presentan
en más de la mitad de los lactantes, produciendo cuadros de
irritabilidad, trastornos del sueño y llanto persistente.
Los
trastornos digestivos funcionales representan un conjunto de síntomas
crónicos recurrentes. Quienes los padecen son niños sanos, pero que
presentan frecuentemente algunos signos como vómitos, constipación,
cólicos, llanto o regurgitación, posiblemente por una inmadurez del
tracto gastrointestinal. Generan diversas consecuencias negativas:
afectan la calidad de vida de los niños, los padres sienten que no
los pueden contener, y en ocasiones provocan desgaste en la pareja y
costos al sistema de salud, ya que las familias visitan a varios
médicos en busca de una solución al problema.
A
su vez, esta situación produce mucha ansiedad y trastorno del sueño
en los niños. A futuro, los jóvenes que de chicos padecieron
trastornos digestivos funcionales tienen mayor riesgo de presentar
déficit de atención y trastornos alimentarios.
Se
estima que el 30% de los niños padece regurgitación, entre el 15 y
el 20 % constipación y el 20% cólicos. En resumen, más del 50% de
los bebés va a presentar alguno de estos trastornos entre los 3
meses y el año de vida. Particularmente, los cólicos afectan en
forma considerable la calidad de vida del niño y de todo su entorno
familiar, pudiéndose presentar un cuadro severo denominado ‘cólico
del lactante’, que implica un llanto inconsolable que comienza y
termina sin causa aparente, generalmente con una duración de 3
horas, 3 días por semana, durante 3 semanas, o 3 horas por día
durante una semana, definición denominada técnicamente la ‘Regla
de 3 de Wessel’, en homenaje al médico que la describió.
De
visita en nuestra provincia para participar en varias reuniones
científicas sobre los trastornos digestivos funcionales, el Dr.
Jaime Alfonso Ramírez Mayans, médico pediatra especialista en
gastroenterología y nutrición, Jefe del Departamento de
Gastroenterología y Nutrición del Instituto Nacional de Pediatría
de México, explicó que “los cólicos representan una situación
límite para los padres: su hijo llora y llora durante horas,
comenzando abruptamente y finalizando de repente, y no hay nada que
ellos sepan hacer para calmarlos. Los bebés se ‘doblan’ por el
dolor que sienten. Es común que la relación de las parejas se
altere porque no pueden lidiar con la situación y que pierdan tiempo
yendo de médico en médico sin dar con una respuesta a la afección
del niño”.
La
regurgitación, por su parte, es el regreso del alimento del estómago
sin esfuerzo, a diferencia de los vómitos o del reflujo, que
requieren de un acto físico impulsivo. Mientras que la constipación
o estreñimiento se describen como la falta de evacuación o
evacuaciones restringidas por parte del niño durante un período que
oscila entre 1 y 3 días, situación que les produce un gran malestar
y dolor.
Una
vez que se arriba al diagnóstico, el pilar del abordaje es
nutricional: incluye compartir ampliamente información con los
padres, recomendaciones dietarias que pueden requerir leches de
fórmula especiales en niños no amamantados, cuya cobertura
afortunadamente en nuestro país está garantizada por ley,
requiriendo únicamente de una prescripción médica-, y solo en
algunos casos, la indicación de algún tratamiento farmacológico.
“Llamativamente,
como se trata de episodios sin origen orgánico, es muy baja la
evidencia científica con estudios clínicos de investigación sobre
el abordaje y el manejo de los trastornos digestivos funcionales, por
lo que los especialistas acudimos a los consensos realizados entre
líderes de opinión para el establecimiento de pautas de diagnóstico
y tratamiento”, aclaró el Dr.
Ramírez Mayans.
“Se
lo denomina trastorno, ya que no es una enfermedad: es una situación
transitoria que se puede resolver con la modificación de algunos
hábitos alimentarios o, en su defecto, con el paso del tiempo: al
cabo de 1 año de vida, es poco común que los niños sigan
presentando estos síntomas”, insistió Ramírez
Mayans,
quien además es Profesor Titular del Curso de Gastroenterología y
Nutrición Pediátrica de la Facultad de Medicina de la Universidad
Nacional Autónoma de México.
Los
especialistas recalcan que estos cuadros no deben ser confundidos con
los de una patología orgánica, en los cuales sí hay alguna
estructura afectada y el tratamiento debe ser de otra índole.
Algunos de los síntomas que pueden llevar a la sospecha de la
presencia de una enfermedad orgánica son: regurgitaciones
frecuentes, vómitos y episodios de tos, permanente búsqueda del
niño de posiciones de alivio, historia familiar de enfermedades
alérgicas inmunológicas (atopía) o de alergias alimentarias,
síntomas respiratorios o dermatológicos de alergia, sangrado
gastrointestinal, falla de crecimiento, distensión abdominal,
irritación en la zona del ano y mal estado general.
Asimismo,
algunas de las enfermedades orgánicas que presentan cuadros
similares a los trastornos digestivos funcionales son la alergia a la
proteína de leche de vaca (APLV) y, con menor frecuencia, el reflujo
gastroesofágico.
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