jueves, 15 de junio de 2017

Más de la mitad de los bebés padece algún trastorno digestivo funcional

Se trata de un conjunto de síntomas gastrointestinales que ocurren en niños entre los 3 meses y el año de edad. Expertos estiman que el 30% de los chicos padece regurgitación, entre el 15 y 20% constipación, y 1 de cada 5, cólicos. En definitiva, se presentan en más de la mitad de los lactantes, produciendo cuadros de irritabilidad, trastornos del sueño y llanto persistente.

 
Los trastornos digestivos funcionales representan un conjunto de síntomas crónicos recurrentes. Quienes los padecen son niños sanos, pero que presentan frecuentemente algunos signos como vómitos, constipación, cólicos, llanto o regurgitación, posiblemente por una inmadurez del tracto gastrointestinal. Generan diversas consecuencias negativas: afectan la calidad de vida de los niños, los padres sienten que no los pueden contener, y en ocasiones provocan desgaste en la pareja y costos al sistema de salud, ya que las familias visitan a varios médicos en busca de una solución al problema.
A su vez, esta situación produce mucha ansiedad y trastorno del sueño en los niños. A futuro, los jóvenes que de chicos padecieron trastornos digestivos funcionales tienen mayor riesgo de presentar déficit de atención y trastornos alimentarios.
Se estima que el 30% de los niños padece regurgitación, entre el 15 y el 20 % constipación y el 20% cólicos. En resumen, más del 50% de los bebés va a presentar alguno de estos trastornos entre los 3 meses y el año de vida. Particularmente, los cólicos afectan en forma considerable la calidad de vida del niño y de todo su entorno familiar, pudiéndose presentar un cuadro severo denominado ‘cólico del lactante’, que implica un llanto inconsolable que comienza y termina sin causa aparente, generalmente con una duración de 3 horas, 3 días por semana, durante 3 semanas, o 3 horas por día durante una semana, definición denominada técnicamente la ‘Regla de 3 de Wessel’, en homenaje al médico que la describió.
De visita en nuestra provincia para participar en varias reuniones científicas sobre los trastornos digestivos funcionales, el Dr. Jaime Alfonso Ramírez Mayans, médico pediatra especialista en gastroenterología y nutrición, Jefe del Departamento de Gastroenterología y Nutrición del Instituto Nacional de Pediatría de México, explicó que “los cólicos representan una situación límite para los padres: su hijo llora y llora durante horas, comenzando abruptamente y finalizando de repente, y no hay nada que ellos sepan hacer para calmarlos. Los bebés se ‘doblan’ por el dolor que sienten. Es común que la relación de las parejas se altere porque no pueden lidiar con la situación y que pierdan tiempo yendo de médico en médico sin dar con una respuesta a la afección del niño”.
La regurgitación, por su parte, es el regreso del alimento del estómago sin esfuerzo, a diferencia de los vómitos o del reflujo, que requieren de un acto físico impulsivo. Mientras que la constipación o estreñimiento se describen como la falta de evacuación o evacuaciones restringidas por parte del niño durante un período que oscila entre 1 y 3 días, situación que les produce un gran malestar y dolor.
Una vez que se arriba al diagnóstico, el pilar del abordaje es nutricional: incluye compartir ampliamente información con los padres, recomendaciones dietarias que pueden requerir leches de fórmula especiales en niños no amamantados, cuya cobertura afortunadamente en nuestro país está garantizada por ley, requiriendo únicamente de una prescripción médica-, y solo en algunos casos, la indicación de algún tratamiento farmacológico.
Llamativamente, como se trata de episodios sin origen orgánico, es muy baja la evidencia científica con estudios clínicos de investigación sobre el abordaje y el manejo de los trastornos digestivos funcionales, por lo que los especialistas acudimos a los consensos realizados entre líderes de opinión para el establecimiento de pautas de diagnóstico y tratamiento”, aclaró el Dr. Ramírez Mayans.
Se lo denomina trastorno, ya que no es una enfermedad: es una situación transitoria que se puede resolver con la modificación de algunos hábitos alimentarios o, en su defecto, con el paso del tiempo: al cabo de 1 año de vida, es poco común que los niños sigan presentando estos síntomas”, insistió Ramírez Mayans, quien además es Profesor Titular del Curso de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Los especialistas recalcan que estos cuadros no deben ser confundidos con los de una patología orgánica, en los cuales sí hay alguna estructura afectada y el tratamiento debe ser de otra índole. Algunos de los síntomas que pueden llevar a la sospecha de la presencia de una enfermedad orgánica son: regurgitaciones frecuentes, vómitos y episodios de tos, permanente búsqueda del niño de posiciones de alivio, historia familiar de enfermedades alérgicas inmunológicas (atopía) o de alergias alimentarias, síntomas respiratorios o dermatológicos de alergia, sangrado gastrointestinal, falla de crecimiento, distensión abdominal, irritación en la zona del ano y mal estado general.
Asimismo, algunas de las enfermedades orgánicas que presentan cuadros similares a los trastornos digestivos funcionales son la alergia a la proteína de leche de vaca (APLV) y, con menor frecuencia, el reflujo gastroesofágico.

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